jueves, 21 de febrero de 2008

Ojos desorbitados, saliva colgante...

Hoy después de un mes de no hacerlo vuelvo a escribir en este blog, mal, pues tengo muchas cosas que decir, muchas reflexiones, ideas, anécdotas, historias, bla, bla, bla... Y sin embargo, no lo he hecho. Ja!.

Hace solo unos momentos hablaba con una amiga italiana. Sí, italiana. Y es algo que comenté con ella y ahora lo comparto con ustedes: al menos a mí me impresiona. Como es posible que habiendo tantas cosas entre nosotros (tiempo, países, océanos, vaya, miles de kilómetros), pueda hablar con ella en tan sólo instantes. Sí, la maravilla del internet o el simple teléfono, inventos que nosotros hoy por hoy damos por sentados, como si siempre hubieran estado ahí, y es que para todos los que leen este blog el teléfono siempre lo ha estado, y es más, ha dejado de ser un lujo y se ha vuelto en una necesidad básica, no vital, pero básica. Hace cientos de años ésta comunicación no solo hubiera sido imposible, sino inimaginable. Definitivamente no imagino a Colón desembarcando y abriendo su laptop para enviarle un e-mail a la reina Isabel para informarle de el descubrimiento de "Las Indias".

¿Dónde quedó nuestra capacidad de asombro?

Y es que vemos cohetes salir del planeta, tenemos videoconferencias a través de celulares, observamos microorganismos con microscopios, un robot que camina en Marte, hologramas, carros que viajan a la velocidad del sonido, y bueno, ¡sabemos cual es la velocidad del sonido!... Y todo ésto, no nos causa mayor impresión. Y no es que esté mal, es sólo que ya estamos acostumbrados (o mal acostumbrados) a que todos los días sale algo nuevo mejor que lo de ayer, que llega más lejos, que se ve mejor, o que simplemente no existía, pero gracias a la ciencia ficción ya teníamos una idea o un pre-conocimiento al respecto.

Y es que Hollywood (por dar un ejemplo) nos ha enseñado ovnis, dinosaurios, espadas láser, robots gigantes, extraterrestres, experimentos genéticos y como olvidar el DeLorean para viajar en el tiempo (obviamente nada de ésto hubiera sido posible sin la super computadora de "El Santo" que ocupaba un cuarto completo e imprimía un ticket no mas grande que el del super revelando la identidad y la guarida del enemigo).

Para despedirme, y espero que ésta vez no sea por tanto tiempo, una pequeña conclusión. No perdamos nuestra capacidad de asombro, esa capacidad es la que nos llevará a ser mejores cada vez, a seguir inspirados, a perseguir metas cada vez mas lejanas, a descubrirnos nosotros mismos. Pronto veremos algo sorprendente, nuevo o existente, démosle su lugar, con ésto no quiero decir que estemos atónitos por cualquier cosa que salga, no. El ser indiferente ante las cosas no solo les quita valor sino que también les resta importancia.


Por cierto, éste es el santo: